XLIII

Acorralado por una jauría de perros, sin nada que perder, el gato decide vender cara su vida y plantarles cara. Arquea el lomo, eriza el lomo y la cola, para aparentar mayor tamaño, y se revuelve como si estuviera poseído por el demonio hasta que le parten el espinazo, a la altura de la nuca, de una dentellada. La explosión de energía queda reducida a un muñeco sin vida que arrastran por el suelo. Los perros recordarán la pelea largo tiempo y les quedarán para siempre las señales del enfrentamiento en su propia carne, marcas profundas de un adversario invencible en su derrota.

XLII

Una mañana apareció un pequeño gato negro, desgarbado, medio tiritando, que intentaba calentarse al sol en una pendiente del terreno. Al intentar aproximarse, huyó corriendo a refugiarse en los matorrales. Su madre había sido una buena maestra. Unos años después, sigue tomando el sol en el mismo lugar durante las mañanas frías. Ahora ya no huye.

XLI

El west highland terrier estaba detrás del escaparate. Se acercó para verlo de cerca. Quizá no fue muy buena idea, porque al verlo el perro empezó a ladrar y corrió adentro de la tienda para avisar de la presencia de un intruso. Parecía un comportamiento lógico de defensa del territorio. Cuando ya iba a marcharse, una chica se acercó a la puerta con el fiel compañero. Resulta que cuando veía a alguien se ponía muy nervioso porque quería salir a saludarlo, así que entraba para ir a buscarla para que le dejara salir. Salió contento moviendo la cola a recibir al invitado desconocido; los cumplidos y las muestras de afecto fueron mutuos. No siempre es apropiado sacar conclusiones precipitadas.

XL

Una cuestión de vital importancia no es sólo que los animales sueñen, como es evidente, sino que sueñan con lo que hacen cuando están despiertos o con lo que han hecho o harán en un futuro. El sueño se hace manifiesto en los gatos que chasquean la lengua, tragan saliva, emiten sonidos, efectúan movimientos espasmódicos, se agitan y mueven las patas e imprimen movimientos delicados en sus dedos, palpando el vacío. El cuerpo ejecuta, escenifica escenas imaginarias de cacerías, persecuciones, enfrentamientos, el olfateo del entorno o el afilado de las garras en los árboles. Algo en el fondo de la vida no tiene bastante con el mero descanso de los seres, con dormir y nada más, exige la reconstrucción de un mundo virtual paralelo al mundo real, la creación de otra esfera al lado del tiempo. La repetición como mandato natural.

XXXIX

El hombre no es un animal de confianza, es el maestro indiscutible del engaño, reina sobre el resto de los animales por su reconocido dominio de los subterfugios y los disfraces, los actos de traición, las artimañas y su ilimitada capacidad de hacer uso de las ilusiones. Cuando el problema es convencer a una vaca para que acepte a un ternero que no es suyo, toda la maquinaria del ingenio se pone en marcha para lograr el objetivo. Los protocolos de actuación siempre empiezan por lo más fácil y acaban con la solución más drástica, en proporción directa a la resistencia del animal. A menudo es más fácil engañar a una novilla primeriza, porque es inexperta, o basta con restregar el olor, fluido amniótico y membranas placentarias, de su propia cría sobre el recién llegado, si el ternero ha muerto durante el nacimiento y todavía hay fluidos frescos. Sin embargo, la mayoría de vacas necesitan más convencimiento, hay que exhibir un mayor poder de convicción. El método que sigue en la cadena de las ilusiones es rociar sobre el ternero productos que hacen que la vaca quiera lamerlo. O bien se frota el ternero y el hocico de la madre con crema balsámica para entorpecer su sentido del olfato y confundir la verdadera identidad del nuevo ternero. Estos sistemas funcionan en algunas vacas, en especial si  se ata la madre durante unos cuantos días si aún no está muy convencida. En el caso que ninguna de estas soluciones funcione, la cadena de las sustituciones y los engaños, del señuelo y el cebo, no se detiene ante nada, ni tiene escrúpulos de ningún tipo.
El engaño más antiguo, y uno de los que funcionan mejor, consiste en despellejar al ternero muerto y colocar la piel sobre el ternero sustituto. Las vacas reconocen a su descendencia por el olor. La vaca olfatea a la nueva cría y queda memorizado en el cerebro. A partir de este momento puede distinguir el ternero de entre todos los miembros del rebaño. El engaño tiene que llegar hasta este punto, hasta despellejar al ternero muerto que acaba de morir. Es una operación que requiere especial cuidado porque hay que despellejar intactas las patas para que colocar el cuero sobre el ternero vivo a modo de chaqueta, haciendo pasar las patas del ternero vivo a través de los agujeros de la piel. También se usa cuerda para mantener la chaqueta en su sitio. Es muy importante dejar fijada la cola del ternero muerto: la vaca olerá y lamerá el extremo posterior del ternero. Cuando el ternero haya mamado unas cuantas veces, ya será seguro retirar la piel vieja. No será necesaria cuando la pareja haya establecido vínculos afectivos. La vaca actuará de madre y protegerá a este ternero con tanta diligencia como si la hubiera parido y ningún animal hubiera muerto. El ardid ha sido un éxito; a pesar de las apariencias, la supervivencia del ternero no es un fin loable que justifique la sustitución, si sobrevive es en aras de un posterior sacrificio, para ser sacrificado. Es la última traición que vivirá de la mano que lo alimenta.