XXXIV

El viento baila con el sol; los tallos con la tierra, el viento y el sol; las flores con los tallos, la tierra, el viento y el sol; las mariposas entre ellas, con los tallos, la tierra, las flores, el viento y el sol. TODO en los ojos del gato; hasta el momento en que se une al baile con las mariposas.

XXXIII

De los animales deberíamos aprender algunas cosas, al menos dos, valorarlas en su justa medida e interpretarlas como un regalo, una gracia que no siempre es posible. La primera es saber dormir, descansar con total placidez, abandonarse al sueño, con la tranquilidad de no tener nada que temer y como si fuera la última vez que dormimos; aunque esta posibilidad en raras ocasiones se cumple excepto en las crías o los animales en un entorno doméstico. La segunda es saber comer, experimentar la comida como una verdadera RELACIÓN con el mundo, siempre difícil de encontrar, casi un milagro, un deleite, un acto festivo y alegre por sí mismo. La oración a la hora de la comida, el dar gracias por poder comer una vez más, no es ni mucho menos una creación humana. Otra cuestión es el caso de los depredadores; la presa no debe ni puede compartir esta alegría.

XXXII

Los adiestradores de animales no estaría de más que se preguntarán si lo mejor que saben y pueden hacer, si la única relación posible es la sumisión, restablecer el verdadero orden jerárquico e instituir al hombre como líder dominante y fuerte. Esta idea de la superioridad indiscutible del ser humano, como cúspide de la creación, ha sido motivo de no pocas bromas, y bastantes enfados, en el seno del reino animal. Entre carcajada y carcajada, la frase que más se repite, entrecortada por las risas, es: Precisamente ellos... ¡ellos! La mayoría cree que mejor tomárselo a broma, han oído y visto cosas peores. Aunque al menos los perros han encontrado la manera de dar la vuelta a la técnica de adiestramiento; cada vez que adoptan la postura de sumisión, tumbados boca arriba mostrando sus partes más vulnerables, se las ingenien para que sus amos les prodiguen una buena sesión de caricias. Al final el dominador se convierte en dominado.