El pueblo de los gatos fue primero adorado como un dios y momificado para la eternidad; luego sobrevivió a las persecuciones medievales, cuando su tamaño era mayor e incluso eran emparedados en vida; sobrevivirá a los envenenamientos en grupo y a las buenas intenciones de esterilizar a las poblaciones callejeras, y algún día caminará sobre las ruinas de la civilización humana, auténtico señor de las ciudades de polvo y ceniza. El último hombre, antes de desaparecer, todavía escuchará maullidos por la noche, señal de lejanía y proximidad, promesa de una relación imperecedera.
XXII
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